A John Scofield parece al verlo con su guitarra que el mundo se va a acabar con la ultima nota que toque. Es pura energía la que desprende, expresionismo gesticular incontenido ante los asombrosos giros musicales y sonoros que va experimentando y con los que va envolviendo al publico rompiendo todos los limites.
Maravilla encontrar a un guitarrista tan genuino y tan inclasificable incluso dentro de una misma canción, que puede empezar con un pronunciado carácter gospel y acabar siendo un rugido brutal y desgarrador al mas puro estilo psicodélico de los pasajes mas locos de Frank Zappa.
En este caso tuve la suerte de poder ver a Scofield en Julio del 2009 dentro del XVII festival de blues y Jazz de Pontevedra que se celebra cada verano en dicha ciudad. Festival de gran calidad, con unos programas generalmente buenísimos y ademas gratuitos.
Lo vi de pie, pegado al escenario. Las sillas que llenan la plaza estaban ocupadas desde hacia tiempo. Nosotros llegamos con tiempo pero decidimos sacrificar la comodidad de las sillas por echar unos buenos tragos antes del concierto, a fin de cuenta asistir a un buen concierto con el alma seca es como acostarse con alguien sin los jugueteos previos.
Si tuviera que describir el concierto diría que fue un crescendo continuo y audaz desde la delicadeza extrema de los primero temas hasta los gruñidos y exploraciones musicales donde se aventuró Scofield hacia el final del concierto. Otra manera para describir el concierto seria valiente y honesto, Scofield se presento abiertamente y no se corto un pelo a la hora de perderse y encontrarse, buscando, deshaciendo, tirando por un lado y por otro sin ningún tipo de artificialidad, dando al publico todo lo que en ese momento tenia dentro. Esa es al menos la sensación que daba.
Esto hizo que hubiera cierto humorismo en las caras perplejas de muchos abuelos y abuelas -y otros no tan mayores- que ocupaban en gran medida las sillas de la plaza, y que respondía seguramente al hecho de aprovechar un asiento gratuito, pasar la velada y de paso ver el «espectáculo» mas que a un interés concreto, o conocimiento de lo que se esperaba musicalmente. Como decía, las caras de estas personas reflejaban perfectamente la incomprensión por el arrebatamiento de Scofield que empezó metiendoselos en el bolsillo dulzona y delicadamente para llevarlos después mas lejos de lo que ellos hubieran aceptado llegar musicalmente, pero la trampa ya estaba echada. Y cuando terminó el concierto se leía en sus caras el anonadamiento y la media sonrisa del que ha llegado a un nuevo sitio que aun no comprende pero mágico y cargado de nuevas sensaciones.
No todo el publico era así, un buen numero de los asistentes disfrutamos de este pedazo de concierto y nos fuimos encontrando por los bares del centro de Pontevedra, donde pudimos desgranar lo que acabábamos de escuchar y ver mientras seguíamos humedeciendonos el alma.