La primera vez que escuche a Guadalupe Plata fue en Radio 3 en el mítico Programa de Javier Gallego Crudo Carne cruda –no muertos– (posiblemente el mejor espacio de Radio 3 hasta que algunos malditos bastardos lo suprimieron, demasiado incomodo) y me quede alucinado del salvajismo, del aullido atávico, del desgarro de esos slide de guitarra, de esas cadencias demoniacas y profundas. Grupo lumpen que parecen que se han comido medio delta del mississipi para vomitarlo después por las cloacas, macilento blues para amenizar una noche oscura de cualquier puticlub de carretera comarcal.
Por eso cuando se anunció el concierto previsto en la Sala Capitol me empezó a asaltar la parte chunga de mi mismo mientras me relamía. Pero nunca fui a un concierto tan doloroso en mi vida, fue un concierto agonico donde los Guadalupe Plata lo dieron todo a un auditorio casi vacío e inapetente, muerto, frío y amamonado que no se mereció en ningún momento nada de lo que escucharon. Esto es una tónica bastante habitual en muchos de los conciertos que he ido en Galicia, y concretamente en Santiago, en muchos bolos al publico parece que le falta sangre en las venas, pero ese día fue peor pareceian unos jodidos terminales. En fin mucho concierto para poco ambiente lo cual fue una putada. Eso si lo de Guadalupe Plata fue casi heroico.
Después del concierto me quede con una cosa en la cabeza, una idea que se me repetía recurrentemente y es que estaba claro que el guitarrista, Perico de Dios, al igual que esa leyenda mítica de delta del blues americano había vendido su alma al diablo.